Coherencia y Publicaciones en abierto

En esta marabunta de recortes, en esta sensación general de escasez a nivel mundial, esta mañana he tirado del hilo del un tuit de @Jordi_a de ayer

“Los ricos también lloran: Harvard se queja del precio de las revistas :- D bit.ly/I4VqoM

y he ido a parar al memorándum original emitido por Harvard con el título “Faculty Advisory Council Memorandum on Journal Pricing”el 17 de abril pasado.
En general es efectivamente una queja ante la “insostenibilidad del acceso” a las revistas de pago con los precios en los que están en la actualidad. Es una arenga, dirigida a sus estudiantes y profesores, a la publicación de la investigación y las reflexiones científicas en entornos abiertos que no sólo garanticen la publicidad de los mismos –ya que son sostenidos con fondos públicos-, sino la mayor difusión posible y el acceso mismo desde las universidades a ellos.
Concretamente el memorándum aconseja como medidas básicas:

1. Make sure that all of your own papers are accessible by submitting them to DASH in accordance with the faculty-initiated open-access policies (F).
2. Consider submitting articles to open-access journals, or to ones that have reasonable, sustainable subscription costs; move prestige to open access (F).
3. If on the editorial board of a journal involved, determine if it can be published as open access material, or independently from publishers that practice pricing described above. If not, consider resigning (F).
8. Move journals to a sustainable pay per use system, (L).
9. Insist on subscription contracts in which the terms can be made public (L).

¡Hasta para Harvard es insostenible! ¡publicar en abierto! ¡aumentar el prestigio de lo Open Access (OA)! No participar en comités de revistas de pago que no publiquen en abierto!
¡cuánta coherencia junta!
Pensé entonces que me encantaría que, como consecuencia de los recortes (ya que tienen tantas), nuestras instituciones públicas europeas –y españolas en concreto- decidieran un política estricta a este respecto, que primasen y estimulasen el uso de las revistas OA en la comunidad científica (entiendo que no es necesario avisar que OA no quiere decir merma en la calidad de los contenidos)… ¡oh! ¡Sería genial! Podríamos leer lo interesante que escriben los colegas siempre que quisiéramos, ¡cualquiera podría hacerlo!
Sin embargo, para ello sería imprescindible que los criterios de calidad de la investigación no pasaran por un conteo ciego de JCRs (JCR= artículo en revista indexada en el Journal Citation Reports de la empresa Thompson Reuters cuyos criterios de calidad prefiero no entrar a valorar), sino que se tuviesen en cuenta otros criterios sobre los mismos. Es decir, que en lugar de decir 5 JCR= sexenio, dijesen algo como 5 publicaciones interesantes y con gran difusión =sexenio, lo cual me temo que no quiere decir lo mismo.
La dinámica de la evaluación investigadora (de la que depende la provisión de puestos de trabajo en las instituciones) nos ha llevado a extremos perversos e indignantes. Revistas que pagan cantidades obscenas por ser incluidas en los famosos índices, investigadores que pagan por revisar un paper para la revista en cuestión, otros que pagan por publicar en dicha revista, jóvenes –y no tan jóvenes- que aún haciendo investigación de gran relevancia e interés, no tienen el más mínimo interés en hacerla pública y notoria, sólo en incluirla en el índice de una JCR aunque muera de soledad en alguna web en el mejor de los casos y para ello haya que pedir un préstamo. Investigadores que no tenemos la necesidad de que se conozca lo que hacemos, y para los que el impacto en la realidad ha sido sustituido en importancia por el impacto en los índices (que insisto, no es lo mismo).
Es evidente que ya hay movimientos a favor del OA en ciencia, y que actitudes como la de Steve Wheeler en nuestro ámbito (que dimitió como coeditor de JILE ante la negativa de estos a tender a políticas de más y mejor acceso –la historia completa aquí -), o las de Boycot a las revistas de impacto cerradas ya están en marcha en las redes. Sin embargo, es también evidente que algunos no podemos permitirnos ese tipo de actitudes, por mucho que quisiéramos.
Para los investigadores más jóvenes (en busca de una “acreditación” de la ANECA, AKA el hombre del saco), para el resto de profesores universitarios en España (a la luz del nuevo Real Decreto sobre educación universitaria que condena a 32 créditos si no tienen el último sexenio “vivo” – y del cual prometo escribir pronto), e incluso para las figuras internacionales de reconocido prestigio (como G. Siemens en esta historia ) que buscan cambiar de aires, lo cierto es que las revistas indexadas –habitualmente de pago- siguen siendo un paso por el que no hay más que pasar.
Y entonces, ante esa realidad, todo lo demás (publicidad, difusión, impacto en la realidad, accesibilidad para los profesores en el caso de la investigación educativa, etc.) da igual y termina siendo increíblemente secundario.
Pero que Harvard se queje y mande ese memorándum es una luz… a lo mejor alguien se da cuenta de la insostenibilidad del sistema, de las perversiones a las que hemos llegado; alguien vuelve a echar un vistazo con calma y hace una apuesta por la coherencia, alguien -entendiendo que los tiempos de vacas flacas no necesariamente adelgazan los cerebros- nos obliga a hacer una apuesta decidida por lo abierto, por compartir, por generar conocimiento accesible para todos… alguien –desde las instituciones públicas- apuesta por el saber y no por el negocio detrás del saber…
Pero igual eso es pedir demasiado.

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